domingo, 30 de marzo de 2014

La final del mundo

Las identidades de este relato es conveniente mantenerlas en el anonimato por una cantidad de razones que está demás aclarar. Dicho esto, Vivi Cardozo era todo para mí.

Con poco más de once años, aún no lograba entender cómo había ocurrido esa transformación que me hacía pensar en ella todo el día, siendo que el sábado teníamos la final en la canchita de la escuela y debía ocuparme necesariamente, de asuntos más importantes. Yo era nada menos que el arquero del seleccionado de Holanda y con ese nombre, nuestro equipo cargaba con el desafío de revertir dos finales mundiales que la naranja mecánica acababa de perder de manera consecutiva, 74 y 78.

Parque Field se había vuelto un infierno para mi . Y también para ella, que estaba enamorada de Fernando Morales, una especie de John Travolta comparado conmigo. Fernando, al parecer, sólo pensaba en fútbol, cerrando así un triángulo decepcionante. Los tres nos veríamos las caras el sábado por la noche en el asalto de Fabio, otro langa de inexplicable éxito.

En el entrenamiento con el profe Luis, el jueves previo a la gran final, comprendí que estaba en un problema. De repente creí ver a Vivi parada justo al borde de la raya blanca, en el preciso instante en el que Germán Roth disparaba un furibundo tiro libre que tuve que ir a buscar al fondo de mi propio arco. La veía en todos lados. Germán, que me la tenía jurada por haberle atajado un penal el año anterior, se acercó y me dijo a la cara “el sábado te hago dos”.

Avanzada la mañana del sábado ganábamos uno a cero con un zurdazo del fantástico Victor Hugo Herrera y faltando dos minutos para el final,¿Quién otro? Roth se abrió camino entre la defensa y se puso de frente a mi soltando una bomba que vi en cámara lenta. La velocidad de la pelota se multiplicó al estrellarse contra el vértice del palo derecho y sin tiempo, me golpeó la cara sentándome de culo en el área. Mi nariz sangraba, hubo una escaramuza de piernas a un metro de la línea de gol, hasta que por fin Pablo Izaguirre puso el balón en la estratosfera. Señalando el círculo central, Luis hizo sonar el silbato antes que la pelota cayera. Holanda era campeón lejos de su país, en mi barrio, y al alzar la copa, una lágrima involuntaria me corrió por la mejilla derecha.

Anocheciendo, me bañe, me perfumé y me puse unos Lee blancos carpinteros con una remera también blanca, que tenía un plastisol estampado con bowling de brillantinas haciendo Strike! Con ese espectacular atuendo enfile para el asalto. La casa de Fabio estaba ambientada idealmente. Unas latas de duraznos colgaban del techo tapadas con papeles de celofán de colores. En la bandeja del JVC sonaba Fiebre del sábado por la noche, y gracias a Dios, Vivi estaba allí.
Me serví una Coca y me distraje por aquí y allá merodeando hasta que llegaran las lentas. Cuando por fin escuché los primeros acordes de How deep is your love de Bee Gees supe que era el momento. Aunque me temblaron las piernas, junte coraje y entré nuevamente al garage de la casa. Quedé parado, petrificado, con mi vaso de Coca en la mano, viendo como Ferrnando Morales, ¿quién otro? besaba a Vivi Cardozo en la boca. Sentí un frío en la espalda y luego intenté mover mi cuerpo que no reaccionaba, finalmente pude volverme hacia la calle y corrí hasta encontrar el pasillito más cercano, hundí mi cuerpo haciéndolo desaparecer entre las tuyas para esconder mis lágrimas.

Caminando solo, de regreso a casa y antes de los 12 años, había probado, en un mismo sábado, el difrerente sabor de lágrimas gemelas . Saqué una moneda de mi bolsillo y la hice girar en el aire.

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