domingo, 30 de marzo de 2014

Triple XXX

SG cautivaba las miradas en primavera, otoño e invierno, en verano en cambio, rajaba la tierra. Por esas incongruencias del destino nos encontramos al salir de la pileta en el buffet del club programando una cita con mis amigos y sus amigas. Yo olvidé repentinamente que tenía novia, y como ella tampoco la recordó, quedamos a las 23 en mi casa.

Mis padres dormían en su habitación y como era de esperar, Charly se escurrió con su chica primero entre dos paredes, que junto a una puerta abierta, formaban un triángulo de intimidad. Yo a decir verdad, no sabía ni siquiera besar. Con 15 años mi experiencia se limitaba a unos pocos besos mal dados a boca cerrada. Una cosa insulsa del tipo Arnaldo André.

Después de unos entremeses olvidables elegimos algo de música y divagando en suaves bailecitos su cuerpo se acercó al mio. De repente estaba frente mi mirándome fijamente. Mano a mano le serví un jugo de naranjas y en un susurro casi inaudible dejo escapar que yo le gustaba. Me decían el sordo, pero aquello lo escuche nitidamente y la besé.

Richard Gere, es decir Charly, tenía un par de años más que yo y aquello era una diferencia terrible por entonces. Me había apalabrado con anticipación en instructiva clase teórica de besos “Mové la lengua por todos lados” soltó, y yo pensé que aquello era muy amplio. “Por todos lados” no indicaba ni profundo ni superfluo, ni fuerte ni suave, ni lento ni rápido. Asentí de todas maneras y me dí por informado. En fin, allí estaba yo besando por primera vez, o mejor dicho, dejándome besar por SG quién resultaba abrumadoramente más calificada para la ocasión. Seguí las instrucciones de Charly como pude y ella pareció conformarse tanto con lo mio que se quitó el pullover mostrándome su escote.

Sorpresivamente irrumpió el inconfundible sonido del motor de la Suzuki 450 de mi hermano que estacionó a dos metros de mi lugar. Hubo una microrevolución de prendas y abrió la puerta en un minuto. Me incliné hacia adelante para disimular. Mi hermano, cuatro años mayor, se bebió mi jugo de naranjas y el de ella mirando con el rabillo de los ojos, los breteles caídos SG. Dio un saludo rápido y enfiló directo a su habitación ¿No estaría allí Sergio? No estaba. Luego de unos minutos de tensa vigila nos tranquilizamos en los acordes de Queen y me concentré en hacer más ancha la sección de piel que cubría su vestido. Charly, que alertado asomaba su cabeza desde su rincón de abrazos, recibió mi visto bueno con un gesto de la mano y continuamos.

Unas canciones después estábamos tan calientes que los agarrones parecían empujones en el sofá. Ya me había animado a conocer algunos secretos de su cuello y un poco más abajo. Le sugerí conocer mi dormitorio y aceptó. Sin perder tiempo la tumbé en la cama y apurados comencé a desvestirla mientras la besaba por todos lados para no perder la intensidad del momento. No se porque temía que se escapara. En cambio, ella se retorcía y gemía mientras yo forcejeaba con sus jeans que parecían sujetados por la misma Wrangler factory. Los jardineros que yo llevaban estaban diseñados para cualquier cosa menos para estar con una chica. Tenía una cantidad de botones que aún quitándolos te dejaban vestido. Había que desnudarse por completo y por cuestiones de prioridades aquello no se recomendaba, de modo que ella quedó completamente desnuda y yo vestido casi igual que antes. No importaba. Todo marchaba bien hasta que Sergio, por fin aparecido, abrió en la puerta de un golpe y en tren de festejo (no sé de quién), lanzó dos zapatillas que dieron de lleno en la estantería ubicada justo sobre nuestros cuerpos. La ménsula izquierda cedió derribando decenas de libros sobre nosotros. Quise retener a SG que comenzó a vestirse de un salto sin escuchar mis comentarios y en un minuto se había largado de mi casa y de mi vida para siempre.

En la sucesivas noches sólo pude imaginar en el baño lo que habría hecho con SG, y quizás sea por eso precisamente que hoy mismo sueño con esos pechos turgentes que casi fueron mios. Sueño como si los tuviera hoy frente a mí y pudiera continuar con la secuencia de aquel debut frustrado por un aluvión de pesados libros. Ay ay ay! las cosas de la literatura, con permiso, voy al baño.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario