domingo, 30 de marzo de 2014

Inmaculado, tu bello nombre

Inmaculado organizaba con su novia su próximo casamiento para el que sólo faltaban un par de semanas. En medio de los preparativos encontró casualmente a su prometida besándose con un tipo en una esquina cualquiera. En lugar de reaccionar como un loco, nuestro amigo decidió callar y seguir adelante con la organización de la boda. Todo marchó de maravillas hasta el día señalado cuando nadie pudo encontrarlo.

Inmaculado había desaparecido el día del casorio y todos pensaron que algo grave podría haberle sucedido, pero descubrieron después, amargamente, que se trataba de una maniobra de perfecta "vendetta".

Inmaculado había soportado todos esos espantosos días previos al casamiento perpetrando un plan que lo consagró en la memoria de muchos. No es fácil sostener la sangre fría y dejar plantada a la novia en el altar. Se cobró su humillación devolviendo otra, mucho peor, que la novia debió sufrir, días después, delante de cientos de personas. Así fue como la olvidable dama fue convertida literalmente en “El pato de la boda”.

Los hermanos de la novia, que al parecer eran unos rufianes (no menos que la traidora de su hermana) lo buscaban por cielo y tierra para pegarle unos tiros a nuestro amigo, pero no hubo caso, Inmaculado, con su nombre celestial, no había dejado rastros.

Lo visité en su modesto escondite de la periferia urbana y me contó que se había convertido en barrendero, y andaba por las calles juntando hojas y papelitos, arrastrando un tacho con ruedas y unos escobillones, vestido con gorra de visera y ese famoso uniforme anaranjado de la compañía 9 de Julio, licenciataria en esa época de la recolección de residuos de la ciudad.

Inmaculado, pensé yo otra vez, con tu nombre de pureza perfecta, ¡Te encontrás limpiando basura! ¡Que ironía del destino! Pero al cabo de meditar unos instantes reflexioné sonriendo, ¿Qué otro oficio mejor que el de basurero podría existir para ocultar a un prófugo llamado Inmaculado?

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