jueves, 31 de julio de 2014

Invierno

Me recuerdo mirando y tocando, descubriendo de qué estaba hecho el mundo. El que me pareció el primer frío, sentado solo en la hamaca de madera de la placita, las cadenas helando mis manos, las mejillas congeladas, un poco adoloridas, y las ramas peladas de los árboles, como suplicantes manos sobre el desértico cielo gris.

Un gastado jogging dentro de mis botas azules, caminando por los charcos luego de la lluvia, con campera y bufanda, acariciando el húmedo lomo de una pequeña rana atrapada entre mis manos.

El cristal empañado, salpicado de lupas de agua, mirando la calle mojada, abandonada de niños espectantes como yo. Madrugadas en las que salía hacia la escuela, soplando vapor con un pullover tejido grueso debajo del delantal, mientras aún la noche resistía el día, y la quebradiza escarcha cubría el pasto y las aguas barrosas de las cunetas.

Tan intimidante invierno, que viene a mi cuando siento los primeros fríos del año. Hasta un poco de miedo, como un susurro de advertencia que se agita impaciente en mi interior. Como un reto de supervivencia, como un desafío a la voluntad. Árido invierno, de aire límpido y helado. Intenso hostil invierno de la infancia, imagen primera de la soledad.

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